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Restaurante La Laia

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Bacalao confitado con alcachofas y caviar de coco

Era una noche de fin de semana, fría y ventosa, tuve pereza de salir de casa para ir a cenar pero ya habíamos confirmado nuestra reserva y nos parecía inadmisible cancelarla con tan poca antelación (es una desconsideración con los restauradores) así que nos encaminamos hacia La Laia luchando entre la pereza y el deber.

Al llegar a la calle Laforja, vimos el local desde fuera y tampoco nos alentó demasiado, una barra y las amplias cristaleras no daban un aspecto especialmente llamativo, pero entramos sacudiéndonos el frío de la noche. Laia una de las propietarias del local nos encamino a la mesita redonda de un rincón de la sala desde la que podíamos apreciar el patio cubierto y 2 estufas de leña encendidas a tope. Frente a mi un muro de mampostería vista y una lámpara de pie, de luz cálida.  A nuestro lado una pareja muy bien puesta por los 60 y otra más allá de treintañeros en plan informal… Nos llamó la atención que a pesar de la sala recogida de techos bajos la sensación de privacidad es alta, pues la distancia entre las mesas es perfecta, dejan gran espacio de confort. Empecé a entrar en calor y a sentirme en casa. Sonaban unas baladas pop americanas muy suaves y bien elegidas que mimaban sin estorbar.

Con la carta mi imaginación gastronómica echó a volar: platos tradicionales con toques de autor y buena literatura.  Nos aconsejaron compartir todos los platillos y probar al menos 5. Nos dejamos guiar encantados. El apartado de vinos vi casi 30 propuestas de muchas  D.O españolas básicamente y algún vino alsaciano y del ródano. No soy muy ilustrada en vinos pero me pareció que la carta tenía alternativas originales y poco frecuentes en restaurantes de su gama. Parecían vinos bien seleccionados.

De aperitivo un gin tonic sólido: aceituna gordal rellena de anchoa y recubierta por una gelatina de ginebra que era un guiño divertido y apetitoso. También pan de cristal con tomate que venía acompañado de aceite de oliva sólido (como mantequilla, aunque más ligero) y sal de patata. Estaba perfecto para acompañar una cena que fue a mejor a medida que transcurría la velada, como en las bodas de Caná.

Para comenzar pedimos unas patatas bravas interesantes: tres tipos de patata violeta, ratte y red pontiac asadas y servidas en trozos grandes acompañadas de tres salsas diferentes: brava tradicional, alioli de ajos confitados (ligerísima y deliciosa) y la salsa de la casa, una pasta intensa y picante  que necesitaba la compañía del alioli para no mostrarse tosca. Un plato contundente y curioso que aunque sabroso fue el que menos me gustó de toda la cena.

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Seguimos con un delicado y aromático arroz negro con almejas, que estaba suelto y firme pero meloso a la vez, la temperatura perfecta y las almejas gordas y jugosas muy poco hechas, por lo que soltaban sus sabores yodados y marinos como si estuvieran vivas. La verdad que ya a estas alturas el tipo de plato me llevo de pronto de una gama de restaurante a otra… Inicios de la sorpresa.

El tercer plato era un bacalao confitado con alcachofas (en tempura) y caviar de coco (imagen arriba) (esferificaciones de ¿leche de coco?) que fue el plato que me hizo ubicarme en un restaurante más «elevado» gastronómicamente hablando de lo que habría imaginado. El Pil pil del bacalao, perfectamente ligado y en su punto de gelatina y densidad. Las alcachofas finas con una capa de tempura dorada y crujiente y la mezcla de esos sabores de tierra, aceite y mar con la frescura de las perlitas de coco no muy dulces que aportaban suavidad al conjunto, como si fuera una pequeña broma durante una conversación trascendental. Emocionante. Mi compañero que no es de mucho comer, limpiaba su plato con entusiasmo.

En este punto pedí a Laia que me diera información del chef Raul Parra, su socio, un joven cocinero que se embarcó en esta aventura con La Laia y van luchando por mantener este proyecto de altísima calidad a precios IMBATIBLES. Yo creo firmemente que este par llegará muy lejos y que este es uno de mis mejores descubrimientos de los últimos tiempos. Queda escrito para cuando estemos pensando en las estrellas del 2017.

Mientras nos traían el cuarto plato anotamos ambos el cuidado servicio pues ante cada nuevo platillo de compartir nos cambiaban platos y tenedores, una situación poco corriente en los restaurantes de tapas y menos en locales con estos precios…

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Seguimos con un bocadillo de roastbeef, con ensaimada: la carne con el corazón rosa, cortada en lonchas mas generosas y contundentes de lo habitual, el caramelo del azúcar glass de la ensaimada a la plancha y los jugos de la carne componían una sinfonía perfecta que acariciaba los sentidos.

Y en este relamernos llega un grupo de 4 chicos por los veintumuchos que entran en tromba a la sala con sus chaquetas de piel y los cascos de sus motos, abren las puertas que dan a los baños, hablan alto, pero a los muy pocos minutos se contagian del buen rollo del local. Creo que La Laia produce un efecto relajante… A nuestro lado se sienta una tierna pareja de veinteañeros, con las manos entrelazadas sobre la mesa durante casi toda la cena, y no puedo evitar la sonrisa de admiración pues esta propuesta gastronómica con bajos precios acerca una nueva cocina a jóvenes que podrían estar tomando cañas y comiendo bocatas de fuet.

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Con el último plato La Laia remató la faena seductora y me pidió matrimonio: un ravioli de magret de pato con crema de patata y trufa (no muy fotogénico pero realmente exquisito): el velo que recubre la carne del pato jugosa y contundente, es una fina capa de caldo de ave gelatinizado, la patata con trufa es como una almohada en la que se crece una carne increíble. Cada bocado es un juego de contrastes por el que iré a La Laia muchas veces…

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Y… falta el postre, que garantizó mi fidelidad: coulant de queso de cabra sobre un azúcar de sésamo tostado que era un juego divertido de sal y dulce, notas densas y profundas de madera tostada y leche de cabra con el dulce rastro de un azúcar levemente caramelizado… maravillosos.

Espero que en un futuro no muy lejano esté La Laia en las famosas listas y quinielas de los reconocimientos…. Por ahora voy a aprovechar que además de todo es económico, pues una cena como la que te explico sale a poco menos de 30€ por cabeza, sin vino.

IMPRESCINDIBLE.

FICHA:

Ciudad: Barcelona.
Dirección:Laforja 61
Teléfono: 932 09 49 43 (mejor reservar pues la sala no es muy grande)
Precio Medio: 30€ sin vinos. menú del día por 12,50€

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