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LA BROCHE

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Ciudad: Madrid
Dirección: C/ Miguel Ángel, 29.
Teléfono: 91 399 34 37.

Comer en La Broche, es frecuentemente una maravilla y a veces más. Os voy a relatar una de las comidas más memorables que he tenido últimamente. Espero que como a mi, esta recomendación os abra el apetito y os invite a planear una ocasion especial con esta cocina impecable.

El día que volví a La Broche fué para participar en un evento: La presentación del Concurso Nacional de Cocina Aplicada al Langostino de Vinaròs: Ángel Palacios nos daría a probar algunas preparaciones del Langostino de Vinarós. La propuesta no pudo ser más acertada y mi admiración por el chef pegó un estirón como de adolescente.

En la sala, de un blanco inmaculado que me invita a la paz, las mesas estaban dispuestas con elegancia: en ellas la tarjeta anunciando los platos del menú degustación y una cajita de cartón, con pequeños aperitivos divertidos y apetitosos: mini magdalenita de piña y bacon: un bacadito esponjoso y provocador que te dejaba con las ganas como un beso furtivo en el portal de tu casa cuando tienes 15 años… También una mini empanadilla de pollo y berenjena, garbanzos tostados y blandos y un pañuelito transparente de caramelo blanco relleno de frutos secos…

Y el menú adecuado para presentar a un protagonista de lujo: el Langostino de Vinarós.

De entrantes: Mejillón con crema de ajo. Parece un bocado simple para comenzar y la verdad es que simpleza nada. El bivalvo  no demasiado  hecho, con esa textura perfecta y jugosa de los ejemplares de buena calidad. Estaba acompañado de unas briznas de brotes de alfalfa y una nota pequeña de tomate fresco que daba un toque cítrico a una sopita de ajo ligera  y cálida como la brisa de primavera. El comienzo de la comida no podía ser mejor… discreción, ligereza, equilibrio y buen hacer, para un reto delicado: dar protagonismo al Langostino de Vinarós en un menú largo.  El vino: El Miracle 120, de la bodega de Vicente Gandía

Anca de rana con amontillado: Un anca para cada comensal, con un aroma del licos, como de frutos secos y ciruelas maduras… y  que se que se anunciaba y persistía.

Despúes un plato IMPRESIONANTE: Milhojas de langostinos de Vinarós con melocotones asados que es toda una fiesta: sólo tenéis que ver la foto: El hojaldre de la base estaba muy crujiente y firme acompañado de la fruta asada y muy delgadita lo que aportaba sabores dulces a los langostinos que estaban levemente asados y en su punto, creando una danza maravillosa de sabores marinos, con el frescor de la fruta bien tratada y los azúcares en su punto… me senti dichosa de hacer parte de esa mesa y de probar un plato que con su delicadeza y sencillez hará parte para siempre de mi memoria gustativa.

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Y si sentí que era «el plato» de la comida, el chef me puso de nuevo en un aprieto  al servir una Fondue de queso Tupí (un queso aromático, intenso y con caracter que está fermentado con aguardiente y que tienen un toque denso y profundo) en medio de esos aromas que podrían ser apabullantes se mezclaban dos ingredientes que no perdieron nunca su fuerza ni su personalidad: un huevo de pollita con su yema amarilla como de sol y dos langostinos de Vinarós que conservaron todas sus cualidades… Fué un plato de quitarse el sombrero y en la mesa tuvimos problemas para decantarnos por la mejor de las dos presentaciones del langostino… Todavía salto de uno a otro añorando los dos como  si fuera una mujer enamorada de dos buenos amantes…

Continuamos ¡sin sentirnos aún exhaustos!  pues la magia más potente de esta comida (y en la que Ángel Palacios es un maestro) es que los platos entre si encajaban y se acompañaban  sin crear la sensación de pesadéz de tantos menús degustación que pecan por zarandear demasiado los sentidos en direcciones opuestas…

Con dos trozos de Caballa jugosa, intensa, con cucurbitáceas escabechadas, que eran cubitos de pepinillo encurtido muy suave y un caldito potente y salado con olivada negra… Era un plato fuerte, poderoso pero no agresivo… Como un oso que está durmiendo al sol.

Y por último, unos rollitos de pollo en pepitoria: con unos brotes tiernos de no se qué que le daban un toque picante, extrañamente me encantó y digo extraño, porque a mi las carnes enrolladas no me suelen gustar, siento que pierden con frecuencia su jugosidad y su textura original, con éste plato, donde los ingredientes de toda la vida se escondían sin perder su escencia, dejé de temerles.

Los postres:

Flor de mango y azahar: un helado o sorbete firme de mango en una sopita de azahar ligera y refrescante y Músico de frutos secos en versión alta escuela claro: con el helado de almendras mas exquisito y aromático que he probado nunca.

Quisiera volver a repetir este menú,  exactamente, sin privarme de nada y aplaudir al chef que me ha dejado cautivada…

Os recomiendo ir a La Broche, con la confianza de que será una velada memorable.

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