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MOSQUITO

Dirección: Jaume Giralt 51
Abre de martes a domingo de 17 a 1 a.m
Viernes y sábado abre también a medio día.
Precio medio: muy variable puedes comer por 15€ y llegar hasta los 35€.
Primera impresión: Sus tapas orientales y el sushi son una combinación acertada que convoca gente de todo el mundo.

Mosquito es irreverente, tanto por su nombre como por las poquísimas mesas de café barato en un espacio mínimo, informal y poco elaborado. No encontrarás luces de colores, ni muebles de diseño, ni siquiera mantelitos primorosos… Nada. Parece una granjita de barrio en la que los vecinos toman su Vermouth dominguero. Llegarás por recomendación pero una vez lo conozcas repetirás más de una vez. Lo paradójico es que no sólo te atraerá su excelente cocina oriental con tapas tan interesantes como el hiya yakko: un trozo de tofu con láminas de bonito y cebolleta verdísima e intensa con salsa soja y sésamo, una mezcla de texturas y sabores inmejorable, o su exquisita tortilla tailandesa: huevos revueltos, rellenos de verduras crujientes con leche de coco, cacahuetes, salsa agridulce y cilantro… Por las noches el ambiente casi decadente es un reclamo más para cosmopolitas, bohemios y gastrónomos enteradillos…CRóNICA COMPLETA

A la vista del cartel tarareo el mosquito de Mecano. El pequeño monstruo ocupa la parte superior de la puerta. Es irreverente, tanto por su nombre como por las poquísimas mesas de café barato en un espacio mínimo, informal y poco elaborado. No encontrarás luces de colores, ni muebles de diseño, ni siquiera mantelitos primorosos… Nada. Parece una granjita de barrio en la que los vecinos toman su Vermouth dominguero. Llegarás por recomendación pero una vez lo conozcas repetirás más de una vez. Lo paradójico es que no sólo te atraerá su cocina. Por las noches el ambiente casi decadente es un reclamo más para cosmopolitas, bohemios y gastrónomos enteradillos. El día de esta crónica el ambiente interior era cálido… Mientras preparábamos el paladar, observamos los manjares, y ya puestas también los cuerpos, de nuestros vecinos de mesa (en mosquito puede ser facilísimo ligar pues estas casi encima de tu vecino) y elegimos hacer tour minucioso por sus tapas orientales más emblemáticas, como el hiya yakko: un trozo de tofu con láminas de bonito y cebolleta verdísima e intensa con salsa soja y sésamo, una mezcla de texturas y sabores inmejorable (como un cuadro que combinara paisajes selváticos con vistas mediterráneas y algún guiño alpino); después probamos, y arrasamos con la tortilla tailandesa que es un plato obligado: huevos revueltos rellenos de verduras crujientes, como brotes de soja fresca, col china, algo de zanahoria y calabacín, adobada con leche de coco, cacahuetes, salsa agridulce y mucho cilantro por encima. Apoteósico. Un juego entretenido para paladares juguetones y poco prejuiciados. Mientras engullíamos sin recato, llegaron tres francesas altas, guapas y super fashion hablando en el idioma del amor. Más allá una pareja multicultural de chica oriental con anglosajón. La música excelente y la cocina divertida nos pusieron en vena… Llamamos a algunos amigos que tardaron poco en llegar. Acompañamos las copas con patatas chaat con salsa de tamarindo, dátiles yogur y soja (lo menos afortunado de la cena: son frías y el tamarindo no se integra bien al resto de sabores); surtido de gouties: exquisitas empanadillas de pasta al vapor, rellenas de verduras, carne, col… y los Uramaki, que son de infarto. Prueba su rollo de arroz con tempura de langostino, Philadelfia y aguacate, y el de langostino, pulpo picante y masago recubierto con bonito (seco) que es intenso, lleno de contrapuntos; y su delicioso sushi con el arroz y el pescado a temperatura perfecta. Quise tener más apetito para seguir pero tengo mi límite. De postre: Mouse de yogurt y mango con toques de clavo y hierbas provenzales: increíble. Nos quedamos hasta las tantas con copas bien servidas. Estuve tan a gusto que a partir de ese día escucho el rumor de Mosquito… Y lo sigo.

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