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Verne, el restaurante que nos reconforta alimentando nuestra imaginación

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«Mire el océano, profesor. ¿No está dotado de vida real? ¿No tiene sus arrebatos de cólera y de ternura?»

Julio Verne: 20.000 leguas de viaje submarino.

Cuando quedamos en el restaurante Verne al principio no sentí nada especial, si acaso una idea vaga del tipo «ya no sabemos qué inventar» después vi las fotos del local y me pareció tan bonito que no pude resistir la curiosidad pensando que «lo temático» podría devorarse a lo «gastronómico». Al entrar a la sala me puse en ánimo juguetón. La decoración con grandes medusas de papel en el techo y en los muros una proyección realista y colorida de fondo marino daban un ambiente peculiar y agradable. Entrar en el Nautilus fue más de lo mismo, diversión y curiosidad a partes iguales. Seguía sin esperar demasiado de la comida.

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En el recorrido por el restaurante vimos fotos de escafandras y marinos, vimos maquinaria y tuberías y los tentáculos del mítico Kraken, entrando por la nave. El camarero amable y desenvuelto y nuestro anfitrión nos hicieron sentir como en casa. La cosa no comenzaba nada mal. En las mesas cercanas a la mía había una pareja de inglés con catalana y en otra tres chicas francesas. El camarero se dirigía a ellos siempre de un modo asertivo y amable como lo hizo con nosotros todo el tiempo.

En la mesa la carta escrita a mano como un parte de la nave, en la que al lado de cada plato se especificaba la procedencia de las materias primas (un detalle que me encantó) y el precio que para comenzar me pareció bastante discreto.

Para beber pedimos cerveza artesanal Brutus: dorada y aromática, ligera y fresca. El primer platillo fue un Bloody Mery para beber con cuchara, con el punto justo de picante y alcohol y un detalle agradable y acertadísimo, berberechos preparados al vacío, en su punto de cocción y textura super agradable. La mezcla deliciosa.

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Seguimos con una ración de boquerones en vinagre aderezados con una salsa romesco y pistachos garrapiñados (4 boquerones la ración para dos personas) que estaban muy sabrosos, el pistacho y el romesco le quitaban la acidez al vinagre habitual. Una mezcla amable.

La ración de patatas bravas estaba sobresaliente… con tres salsas: romesco, denso y casi dulzón, alioli con los ajos confitados que lo hacen más suave y salsa brava que como no, pica y tiene el intenso aroma de pimentón ahumado. El chef la describe como brava achorizada y entiendo porqué. El alioli ligero, suave y discreto como terciopelo y la romesco de intensidad intermedia consiguen una buena combinación de grados de intensidad.

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Mientras comemos comentamos complacidos la buena experiencia. Estos platillos con estos precios están haciendo un muy buen balance entre la calidad y el precio, pero llegan las 4 croquetas de pollo asado y jamón,  hechas con la receta de la bisabuela del chef y nos enamoran… Vienen acompañadas con una salsa de wasabi tan ligera que no aporta nada excepcional a las croquetas… pero es que a estas croquetas no les hace falta ningún adorno, su textura, la fritura perfecta, la bechamel densa, llena de tropezones hacen honor al homenaje del bisnieto.

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Y cuando ya me tienen convencida de que el restaurante VERNE no es un parque temático, viene el que para mi fue EL PLATO ESTRELLA de la noche: un aromático pulpo braseado con parmentier de patata y aceite ahumado. En el momento de su llegada a la mesa caigo en cuenta de que los platos en Verne tienen aromas poderosos, pero el restaurante no huele a comida… noto que durante toda la experiencia he percibido con fuerza los aromas de cada plato y me gusta. El pulpo tiene el punto de cocción ideal y la patata y el aceite le acompañan como en un vals. Santiago el fotógrafo casi no puede contenerse para hacer la foto… aguantamos con paciencia mientras dispara aunque mis manos se dirigen a la cuchara y pienso de nuevo en el kraken y en Julio Verne y su clarividencia y en la apuesta de estos restauradores que se atreven con una propuesta diferente y que consiguen que quieras jugar.

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Seguimos con unas costillas de cerdo a baja temperatura, con reducción de PX que están untuosas y con el sabor auténtico de la carne, que se combina con los jugos de la reducción que aparece tan solo como un beso furtivo pero apasionado.

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Para terminar un coulant de chocolate al estilo parís con helado de mandarina y decoración de dulce de leche (si, yo también estoy hasta el gorro del coulant, pero este es diferente! es casero y el helado de mandarina le va como anillo al dedo).

Es de las mejores relaciones calidad precio de mis últimos descubrimientos.

También tienen una carta de cocteles interesante y ambientazo para alargar la velada.

Ficha:

Ciudad: Barcelona
Dirección: Aribau 150
Teléfono: 637 116 723
Horario: Martes a Sábado de 20:00 a 03:00

 

 

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