Ciudad: Madrid
Dirección: General Gallegos, 1.
Teléfono: 91 359 15 35.
El precio medio: 50€.
Primera Impresión: la serenidad del local me hizo sentir en un balneario de finales del siglo XIX, con los aperitivos agradecí la calma y el buen hacer de todos los profesionales de la sala. Comerás Bien, con mayúsculas.
El Olivo es El Olivo, de eso no hay duda. A pesar de que su decoración clásica resulta menos llamativa que la de los locales más fashion de la ciudad, a pesar de la música ambiental casi anticuada, y que la edad media de los comensales a veces sobrepasa de largo la cincuentena, El Olivo es El Olivo. Y mi único consejo es que vayas y disfrutes. Su carta, mediterránea con platos que hacen parte de nuestra memoria afectiva. Probamos tortillitas de camarón al estilo de la casa que no estaban tan intensas como las de los locales del barrio de Triana, pero que tenían una cualidad que las hacía dignas competidoras del tradicional plato: poquísima grasa y un aceite de fritura tan de excelente calidad que la sensación en boca era ligera, casi fresca. Después de apurar sin recato los aperitivos, una rica ensalada de bogavante…
con lechuga y canónigos regada con vinagreta de aceite de Arbequina de Lérida con armoniosas notas de estragón. El marisco contundente, firme y abundante. También ensalada de mero, que en dados pequeños y ricamente marinado, destacaba por su textura y su sabor preciso, que como un estilete punzaba directo el centro cerebral del placer. Alabamos cada plato con entusiasmo de quinceañeras frente al ídolo de moda. Continuamos con ostras cocidas en su propio jugo con muselina de espinaca y emulsión de mantequilla. Pedidlas siempre que podáis, es un plato imprescindible. Llévate todo el contenido de la valva con los ojos cerrados, y disfruta de la explosión de sabores. Serás como uno de los elegidos de Neptuno. De platos fuertes: eskrei, fresco y brillante, bañado en salsa intensa de calamar; y carrillada de novillo con castañas y judiones, que se deshacía suavemente en la boca, con la salsa intensa pero nada invasora que me recordó una pareja enamorada, que se dice cosas en media lengua y se toca cada tres minutos sin empalagarse. Para cerrar, la mejor tarta de manzana que he comido en mucho tiempo: acaramelada pero suave y aromática con la estela brillante y ácida de la fruta fresca, acompañada de helado de avellanas tostadas. Caerás rendido a sus pies. No lo olvides: El Olivo es El Olivo y no necesita de muchos fastos ni maquillajes.