Ciudad: Barcelona
Dirección: Tamarit, 181.
Teléfono: 93 425 49 50
No nací en Barcelona, por lo que no tengo recuerdos de infancia en el Bar Amigó ni de mañanas sabatinas cambiando cromos o comprando libros en el Mercat de Sant Antoni. Pero soy Barcelonesa de corazón. Esta cuidad me ha acogido cálidamente y es parte inamovible de mis afectos. Por eso, visitar el nuevo bar Amigó Cascarilles, me ha tocado un poco el alma. El bar Amigó hace parte del paisaje de la infancia de amigos y conocidos. Muchos padres y muchos hijos hicieron su Vermout en su terraza y lo acompañaron de patatas bravas, de ensaladilla rusa, de croquetas contadas, cuando casi todos eran pobres de solemnidad.
El bar Amigó era un negocio familiar que había perdurado en el tiempo y mantenía su encanto de local de barrio, de punto de encuentro, de reposo de los visitantes del Mercat de Sant Antoni… Ahora, no se si por los nuevos tiempos o porque simplemente los propietarios antiguos decidieron descansar, se traspasó a personas conscientes del valor de la memoria y aunque lo han remozado, no han querido perder su vocación cercana, campechana y de calidad con una oferta básica de platos de toda la vida intentando permanecer accesibles a los bolsillos de los tiempos que corren.
El día en el que me invitaron a probarlo se me hizo tarde y llegue cuando había muy poca gente ya… Yo estaba hambrienta. El local, que con sus grandes puerta-ventanas en el chaflán de la calle Tamarit con Comte d’urgell me invitaba a mirar… la Sala amplia pero con pocas mesas altas con butacas de latón de colores, plancha a la vista y expositores de los deliciosos y fresquísimos mariscos: Anchoas, Percebes, Mejillones, Navajas, Almejas, Tallarinas, Ostras…
Detrás de la cocina un reservado que estaba ocupado por un grupo de amigos franceses por los 50, que parecían sacados de una peli de esas que homenajean el estilo de vida del mediterráneo, como en un culto a la soltura y la pasión por la buena mesa, el vino y los amigos.
De resto estábamos ya casi solos en la sala pero eran ya casi las 4 de la tarde, una hora poco usual para un aperitivo. Tomamos un Vermout al estilo de Sant Carles de la Rápita Un Rapiténc con Vermout, sifón, hielo y una oliva.
Nos invitaron a probar algunos de los platos básicos de la carta: primero e imprescindible el pan con tomate que es PERFECTO: pan de cristal crujiente y firme con un excelente aceite de oliva y tomate fresco rallado y escamas de sal.
Para abrir boca un típico aperitivo «patata chip con anchoa» por la que volvería una y otra vez a este local recién descubierto y que ostentará mi galardón de TESOROa partir de ahora.
Porque no os confundáis, no hablo de cualquier patata chip de bolsa… me relamo recordando ESA patata chip freída en la casa, bastante gruesa y de gran tamaño que ha sido tostada en aceite muy caliente pero que sin quemarse ha sacado los azúcares de la patata adquiriendo un toque dulzón irrepetible. Sobre ese monumental trozo del fruto exquisito de la tierra, una anchoa perfectamente conservada, sin los excesos de sal que lamentablemente encuentro con frecuencia en el sabroso pescadito. No pregunté de que conservera era pero os garantizo que están buenísimas.
Tomamos El calderito de mejillones (alrededor de medio kilo para dos personas) con una salsa que te traen en el biberón, para poner a tu gusto y que era una nota alegre y fresca para los bivalvos. Tenia un aroma intenso como de piel de lima y era fluida, casi líquida… Me entretuve con cada bocado y pensé que en el futuro, querré que mis nietas se acuerden de los aperitivos conmigo en el Amigó Cascarilles…
En medio de ese festin de mejillones, tan sencillos y tan sabrosos llegó una ración de 6 navajas, que eran cortitas, finas y sabrosas, con el leve rastro de un aceite perfecto y nada más, delicadas pero fuertes y con personalidad como las piernas musculosas de una estilizada bailarina…
Seguimos con una ración de pequeñas y finas sardinitas fritas, con el punto justo de sal y de cocción.
También probamos las Patatas «Antonias» que se llaman así como homenaje al sempiterno y ausente propietario del antiguo amigó, que eran patatitas nuevas muy pequeñas cocidas y bañadas en una salsa semi picante con pimentón de la vera. Un acompañamiento perfecto para los mariscos y frituras.
Los platitos que probé me gustaron muchisimo y el ambiente del local me trajo sensaciones familiares de estar en casa, pero os tengo que advertir una cosa, id abrigados, la sala esta muy mal climatizada y a la hora que yo fui hacía francamente frio, no me quité el abrigo para comer a pesar de los riesgos del caldero de mejillones y las salsas de las patatas. Por lo demás es un local de eso que mis amigos y familiares tendrán a partir de ahora en su mapa de locales frecuentes y espero que vosotros también!
La cuenta: con lo que comimos nosotros y por los precios de la carta calculo unos 18€ por persona. No dejéis de pedir las patatas chips que yo me quedé corta y ahora estoy echándolas de menos. Habrá que volver.