Ciudad: Madrid.
Ubicación: Velázquez, 87
Teléfono: 91 576 66 92.
Precio Aproximado: 45€.
El restaurante Yuan es «el Chino» de Madrid. Estilo, buena cocina y un emplazamiento super fashion. Los Dim Sum variados son de antología, especialmente los bocados de aleta de tiburón y los saquitos de gambas… Eso, sin comentar el pato laqueado que se lleva todas las palmas. Para terminar, postres frutales y una deliciosa taza de té.
La cocina china ha sido vilipendiada durante muchísimos años, y en ocasiones con causa justa, pues los primeros chinos de la ciudad eran unos lugarcitos incómodos y oscuros en los que probabas por cuatro perras platos de origen animal desconocido. Pero el mundo cambia y ahora que somos tan cosmopolitas, tenemos acceso a las mejores cocinas del mundo, entre ellas la china, que se luce por su concepción “medicinal” de la alimentación y por el respeto absoluto por las materias primas, aunque ellas sean poco familiares y denostadas por nosotros. Hablando de la alta gama, el Yuan es “el chino de Madrid” sin duda. Con una decoración cálida y agradable en tonos dorados y madera, luces indirectas y espejos velados, aquí saben cautivarte. Comimos algunas de sus más tradicionales delicias mientras nos preguntábamos si habría cerca una convención de rubias, porque durante la comida gotearon chicas made in Salamanca, casi uniformadas con sus vaqueros metidos entre las botas de caña alta, y sus chaquetas de ante. A nuestro lado comía muy a gusto una pareja guapa, ella al mas puro estilo de Kate Moss ¡Qué glamour! Pedimos rollitos primavera, de buen tamaño, con el hojaldre crujiente y bien dorado y las verduras en su punto, que me dejaron la sensación de una buena primera cita. Seguimos con el imprescindible dim sum -empanadillas al vapor- de tres tipos: gambas con salsa de mostaza que derramaban su sabor lentamente en la boca, con la intensidad de un producto de buena calidad; pasta al vapor con ternera, que no dejaba ninguna duda sobre el origen noble de la carne y el celestial hojaldre relleno de aleta de tiburón. Con un sabor definido pero suave. Imprescindible. Me tuve que contener pues mi impulso de ese momento era comer dim sum hasta saciarme pero habíamos pedido más: tallarines (pelín blandos, que no estamos en Italia) con soja y ternera tierna, bañados en abundante salsa, y para cerrar con broche de oro, medio pato laqueado, que estaba doradito, aromático y muy seductor con las crepes en su punto y la salsa balanceada con su toque dulzón. Mi amiga apenas modulaba algún gemidito de placer, tan digno de un anuncio de televisión como de una peli porno (eso está en los ojos de quien mira). A la altura de los postres: macedonia de frutas con pulpa de chirimoya, tan refrescante como un chapuzón en medio del verano y un té especialísimo: Bola de dragón, que es una flor hecha de casi 200 yemas de té, cosidas a mano, que se va abriendo dentro del agua y soltando su aroma suavemente mientras te deja hipnotizado con su belleza. ¡A comer chino!